La Torre de Pisa ha sido durante mucho tiempo una pesadilla para los ingenieros. Uno de los monumentos más representativos de la arquitectura románica es también una estructura famosa por su gran inclinación.
De hecho, ha tenido que ser objeto de trabajos de estabilización. Pero ningún ingeniero ni arquitecto ha respondido alguna vez a la pregunta de cómo es posible que una torre tan inclinada no se haya caído, sobre todo cuando la región donde se encuentra ha sufrido varios grandes terremotos en los 500 años que han pasado desde que se construyó.
Ahora, una investigación liderada por investigadores de la Universidad de Bristol (Reino Unido) y presentada en la 16º Conferencia Europea de Ingeniería de Terremotos, ha propuesto una posible explicación.
Después de estudiar datos sísmicos, geotécnicos y estructurales, han concluido que lo que mantiene erguida a la Torre de Pisa es un proceso conocido como interacción dinámica suelo-estructura (DSSI en inglés), y que describe la relación entre cimientos y suelos cuando hay movimientos en el terreno.
Torre de Pisa
“Irónicamente, el mismo suelo que causó la inestabilidad de la Torre y la llevó al límite del colapso es también el que ha ayudado a sobrevivir a esos eventos sísmiscos”, ha dicho en un comunicado George Mylonakis, líder de la investigación y científico de la Universidad de Bristol.
La Torre de Pisa, de 58 metros de alto, tiene una inclinación de cuatro grados, lo que significa que hasta cuatro metros de la parte superior de no están directamente colocados sobre la base, sino en vilo. A pesar de todo, la estructura ha sobrevivido a al menos cuatro grandes terremotos que han ocurrido en la zona desde el año 1280.
Teniendo en cuenta esto, lo previsible es que la torre, de 14.700 toneladas de peso, se hubiera acabado cayendo en algún temblor intenso. Pero esto no ha ocurrido por dos motivos, según estos investigadores: por una parte, la considerable altura y rigidez de la torre, en combinación con la blandura del suelo situado bajo ella, tienen la capacidad de modificar la forma que tiene la Torre de Pisa de responder a las vibraciones.
La clave, en la resonancia
Según los ingenieros, gracias a ambas cosas la Torre de Pisa no entra en resonancia con el suelo durante los terremotos. Esto significa que su oscilación no coincide con el periodo de las vibraciones mecánicas de los temblores, lo que evita que se amplifique su movimiento.
A pesar de todo, el aumento de la inclinación de la torre puede llevarla al suelo, con temblores o sin ellos. De hecho, entre 1990 y 2001 el gobierno italino impidió el acceso del público a su interior para llevar a cabo varios trabajos y disminuir la inclinación.
Con este fin, se colocaron contrapesos, se inyectó nitrógeno líquido para reforzar el terreno y se extrajo parte del subsuelo en el lado más alto del edificio para mantener a la Torre de Pisa a salvo durante varios siglos. Gracias a todo esto, aseguran que sobrevivirá incluso si hay un gran terremoto.
Una tortuosa construcción
Los historiadores sostienen que la construcción de la torre tuvo lugar en tres etapas durante 199 años. Parece que las obras comenzaron en 1173 y que a partir de 1178, cuando se iba por el segundo piso, el edificio comenzó a inclinarse. El motivo parecía estar en la inestabilidad del suelo y en unos cimientos de unos escasos tres metros de profundidad. En consecuencia, las obras se pararon durante un siglo, cuando la torre solo tenía tres pisos.
Se añadieron tres pisos más a la torre en 1272 y se trató de compensar la inclinación haciendo plantas más altas en el extremo inclinado, lo que evidentemente curvó la torre.
En 1284, las obras se detuvieron. En 1319 se añadió un séptimo piso y en 1372 se incorporó el campanario. Entre 1990 y 2001 se compensó la inclinación y, desde entonces, la Torre de Pisa es objeto de trabajos de restauración para compensar el oscurecimiento de los muros y la erosión por el viento y la lluvia.